Me parecía que el conductor de la furgoneta del Airport Shuttle que ha venido a buscarnos esta mañana para llevarnos al aeropuerto andaba ya bien entrado en la setentena. Según le oía hablar, percibía un acento que yo localizaba en algún lugar de la costa Este de los Estados Unidos, debido a la similitud de su pronunciación de algunas letras con el inglés británico. Estaba yo, como de costumbre, dándole vueltas al hecho de que un hombre tan mayor no solo estuviera todavía trabajando (cosa que ya apenas me sorprende), sino que lo hacía en una actividad que requiere una cierta forma física, para acarrear equipajes, además de las habilidades de un conductor a cuyo cuidado se ponen unos pasajeros. También estaba un poco nerviosa, pues había nieve y hielo en la calzada, y cada vez que el hombre tenía que frenar, decía "uo, uo, uo, uo", hasta que la furgoneta, patinando un poco, se paraba completamente. Me daba la impresión de que la situación no estaba totalmente bajo su control.
En eso, Jerry, también como de costumbre, le ha preguntado cuánto tiempo llevaba en Rapid City. 14 años, ha dicho, y ha pasado a contarnos su historia, cargada de notas humorísticas. Los americanos, en general, son grandes contadores de historias.
Hace 16 años, cuando su esposa y él todavía vivían en Baltimore, Maryland, decidieron venir de vacaciones a South Dakota para visitar Mount Rushmore, "ese sitio donde están las cabezas de los presidentes esculpidas en la montaña". Cuando llegaron aquí, se percataron de que Mount Rushmore era solo una pequeña parte de todo lo que se puede ver en la zona, además de advertir, en cuanto llegaron, que "el cielo se extiende hacia los lados, no solo de arriba abajo". Es la mejor descripción que he oído del cielo que se ve aquí. Efectivamente, es un cielo que lo ocupa todo en horizontal, al contrario de lo que sucede en las grandes ciudades, donde el cielo es solo una franja vertical.
Recorrieron las Black Hills y visitaron todo lo que había que visitar. Quedaron maravillados.
Así pues, dos años más tarde, cuando les llegó la hora de jubilarse, comunicaron a sus hijos que se mudaban a vivir a Rapid City, South Dakota. Los hijos no daban crédito a lo que oían, entre otras cosas porque ni siquiera sabían dónde quedaba South Dakota.
El primer mes lo pasaron en un motel, el Avanti (de donde precisamente habíamos recogido a otro pasajero), hasta que encontraron una casa para vivir. Contaba nuestro chófer que un día, en su habitación del motel, tenían la televisión puesta y estaban dando las noticias locales. Él las estaba oyendo, pero sin prestar demasiada atención. Su mujer estaba en el baño. Decían que un hombre había resultado herido en un tiroteo y que le habían trasladado al hospital, donde había fallecido a la mañana siguiente.
Cuando su mujer salió del cuarto de baño, él le contó muy excitado, lleno de sorpresa, lo que había escuchado. La mujer se lo quedó mirando sin comprender su extrañeza, como si las noticias de tiroteos fueran una novedad, y le dijo, sí, bueno, y qué. Y él, sin salir de su asombro, contestó: "Pero ¿no te das cuenta?, ese tiroteo ha ocurrido en Sioux Falls, que está a 350 millas de aquí, ¡y lo dan en las noticias locales!"
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